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  • En mis peores temporadas, he vuelto del mundo sin color de la desesperación obligándome a mirar fijamente, durante mucho tiempo, una sola cosa gloriosa: una llama de geranio rojo junto a la ventana de mi habitación. Y luego otra: mi hija con un vestido amarillo. Y otra: el contorno perfecto de una esfera llena y oscura detrás de la luna creciente. Hasta que aprendí a volver a enamorarme de mi vida. Como una víctima de apoplejía que reentrena nuevas partes del cerebro para captar habilidades perdidas, me he enseñado a mí misma la alegría, una y otra vez(15).