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La vida era densa, oscura, antigua. Miraban a Dean, serio y loco en su rueda delirante, con ojos de halcón. Todos tenían las manos tendidas. Habían bajado de las montañas traseras y de los lugares más altos para tender sus manos por algo que pensaban que la civilización podía ofrecer, y nunca soñaron la tristeza y la pobre ilusión rota de ello.