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Me había vuelto tan silencioso y tan pequeño en la hierba junto al estanque que apenas se me notaba, apenas estaba allí... Me senté a contemplar su salón brillando en la oscuridad junto al estanque. Parecía un cuento de hadas funcionando felizmente en el gótico de América posterior a la Segunda Guerra Mundial, antes de que la televisión paralizara la imaginación de América y convirtiera a la gente en personas encerradas y alejadas de vivir sus propias fantasías con dignidad... En fin, yo seguía haciéndome cada vez más pequeño junto al estanque, pasando cada vez más desapercibido entre la oscura hierba veraniega hasta que desaparecí en los 32 años que han pasado desde entonces.