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Dain mantuvo la mirada fija en su plato y se concentró en tragar el bocado con el que casi se había atragantado. Era posesiva... con él. La bella y loca criatura -o criatura ciega y sorda, o lo que quiera que fuese- lo anunció fríamente como quien dice: "Pasad del salero", sin la menor conciencia de que la tierra acababa de inclinarse sobre su eje.