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  • Habíamos entrado en una era sin límites, o con la ilusión de no tenerlos, y esto en sí mismo es una especie de maravilla. Mi abuelo vivió una vida de límites, tanto sufridos como estrictamente observados, en un mundo de límites. Aprendí mucho de ese mundo de él y de otros, y luego cambié; entré en el mundo de las máquinas que ahorran trabajo y del combustible fósil barato e ilimitado. Me llevaría años de lectura, reflexión y experiencia volver a aprender que en este mundo los límites no sólo son ineludibles, sino indispensables.

    Wendell Berry (2009). “Bringing It to the Table: On Farming and Food”, p.74, Counterpoint Press