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En nuestra luna de miel hablamos y hablamos. Nos alojamos en una villa frente al mar, bebimos ron y limonada y hablamos tanto que ni siquiera me fijé en el color del mar. Cada vez que necesito detenerme y recordarme lo mucho que una vez amé a Andrew, sólo tengo que pensar en esto. Que el océano cubre siete décimas partes de la superficie terrestre y, sin embargo, mi marido podía hacer que no me fijara en él.