Nunca le había gustado octubre. Desde que, hacía muchos años, se tumbó por primera vez entre las hojas otoñales ante la casa de su abuela y oyó el viento y vio los árboles vacíos. Le había hecho llorar, sin motivo. Y un poco de esa tristeza volvía cada año a él. Siempre se iba con la primavera. Pero esta noche era un poco diferente. Tenía la sensación de que el otoño iba a durar un millón de años. No habría primavera. ("El juego de octubre")