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Yo era la sombra del ala de cera muerta por el falso azur en el cristal de la ventana; yo era la mancha de pelusa cenicienta -y seguía viviendo, volando, en el cielo reflejado. Y desde dentro, también, me duplicaba a mí mismo, mi lámpara, una manzana en un plato: Sin tapar la noche, dejaba que el cristal oscuro colgara de todos los muebles sobre la hierba, y ¡qué delicia cuando una nevada cubría mi visión del césped y se extendía hasta hacer que la silla y la cama quedaran exactamente sobre la nieve, en esa tierra de cristal!