Esta es la cuestión sobre mí y mis copensadores. Nuestra creencia no es una creencia. Nuestros principios no son una fe. No mantenemos nuestras convicciones dogmáticamente. Creemos con certeza que se puede vivir una vida ética sin religión. Y sabemos a ciencia cierta que el corolario es cierto: que la religión ha hecho que la gente innumerable no sólo no se comporte mejor que los demás, sino que se conceda permiso para comportarse de formas que harían enarcar una ceja a un putero o a un limpiador étnico.