-
Los estadounidenses afirmamos ser un pueblo amante de la paz. Odiamos el derramamiento de sangre; nos oponemos a la violencia. Sin embargo, tenemos espasmos de alegría ante la posibilidad de proyectar bombas de dinamita desde máquinas voladoras sobre ciudadanos indefensos. Estamos dispuestos a ahorcar, electrocutar o linchar a cualquiera que, por necesidad económica, arriesgue su propia vida para atentar contra la de algún magnate industrial. Sin embargo, nuestros corazones se hinchan de orgullo al pensar que América se está convirtiendo en la nación más poderosa de la tierra, y que con el tiempo plantará su pie de hierro sobre los cuellos de todas las demás naciones. Tal es la lógica del patriotismo.