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comprendí que el mundo no era nada: un caos mecánico de enemistad casual y bruta al que estúpidamente imponemos nuestras esperanzas y temores. comprendí que, final y absolutamente, sólo existo yo. todo lo demás, vi, es meramente lo que me empuja, o contra lo que empujo, ciegamente - tan ciegamente como todo lo que no soy yo mismo me empuja hacia atrás. yo creo todo el universo, parpadeo a parpadeo.