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  • Pero el propio sol, por muy benéfico que fuera en general, era menos amable con Coketown que la dura escarcha, y rara vez miraba atentamente a alguna de sus regiones más cercanas sin engendrar más muerte que vida. Así, el ojo del Cielo se convierte en un ojo maligno cuando manos incapaces o sórdidas se interponen entre él y lo que mira para bendecir.

    Charles Dickens (2014). “Hard Times”, p.120, Trajectory Inc