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Tuve que alimentar esas dudas como si fueran gatitos diminutos y enfermizos, hasta que con el tiempo se convirtieron en quejas robustas y sanas, con sus propias puertas de gato, que les permitían entrar y salir de nuestra conversación a voluntad.
Tuve que alimentar esas dudas como si fueran gatitos diminutos y enfermizos, hasta que con el tiempo se convirtieron en quejas robustas y sanas, con sus propias puertas de gato, que les permitían entrar y salir de nuestra conversación a voluntad.