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El deseo de una fe fuerte no es la prueba de una fe fuerte, sino más bien lo contrario. Si uno la tiene puede permitirse el hermoso lujo del escepticismo: uno está lo suficientemente seguro, lo suficientemente fijo para ello.
El deseo de una fe fuerte no es la prueba de una fe fuerte, sino más bien lo contrario. Si uno la tiene puede permitirse el hermoso lujo del escepticismo: uno está lo suficientemente seguro, lo suficientemente fijo para ello.