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De los Siete Pecados Capitales, la ira es posiblemente el más divertido. Lamerse las heridas, relamerse por agravios ya pasados, pasar la lengua por la perspectiva de amargos enfrentamientos aún por venir, saborear hasta el último bocado tanto el dolor que recibes como el que devuelves: en muchos sentidos, es un festín digno de un rey. El principal inconveniente es que lo que estás devorando eres tú mismo. El esqueleto del festín eres tú.