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  • Nadie sabe de qué está hecho, excepto su propio espíritu dentro de él, y sin embargo hay todavía alguna parte de él que permanece oculta incluso para su propio espíritu; pero tú, Señor, lo sabes todo del ser humano, porque tú lo has hecho... Déjame, pues, confesar lo que sé de mí mismo, y confesar también lo que no sé, porque lo que sé de mí mismo sólo lo sé porque tú me iluminas, y lo que no sé lo seguiré ignorando hasta que mis tinieblas se conviertan en un mediodía luminoso ante tu rostro.