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Los liberales progresistas parecen incapaces de afirmar la verdad obvia: que los que estamos bien deberíamos estar dispuestos a compartir más de lo que tenemos con los pobres no por el bien de los pobres sino por el nuestro propio; es decir, deberíamos compartir lo que tenemos para convertirnos en personas menos estrechas y asustadas y solitarias y egocéntricas.