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  • Estaba nerviosa por el futuro; eso la hacía poco delicada. Era una de las mujeres más intrascendentes de su tiempo, porque no podía dejar que su tiempo pasara solo y, sin embargo, nunca podía formar parte de él. Quería ser la razón de todo y por eso no era la causa de nada. Tenía la fluidez de lengua y acción que la divina providencia otorga a quienes no pueden pensar por sí mismos. Era la maestra de la frase demasiado dulce, del abrazo demasiado apretado.

    Djuna Barnes, Thomas Stearns Eliot (2006). “Nightwood”, p.74, New Directions Publishing