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Sin embargo, en lugar de llamar "cultos a la fertilidad" a las primeras religiones, que aceptaban abiertamente toda la sexualidad humana, podríamos considerar que las religiones actuales son extrañas porque parecen asociar la vergüenza e incluso el pecado con el proceso mismo de concebir una nueva vida humana. Quizá dentro de siglos los eruditos e historiadores las clasifiquen como "cultos de la esterilidad".