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  • El niño asintió a la peonía y la peonía pareció devolverle el gesto. El niño era pulcro, limpio y bonito. La peonía era impúdica, desaliñada, como deben ser las peonías, y estaba en la cumbre de su belleza.(...) Cada hora está llena de momentos así, grandes y significativos para alguien.

    Robertson Davies (1992). "La trilogía de Cornualles", Penguin Group USA