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Pero los árboles parecían conocerme. Susurraban entre ellos y me hacían señas para que me acercara. Y al mirar a mi alrededor, me di cuenta de que otros árboles pequeños y plantas silvestres y hierbas habían brotado bajo la protección de los árboles que habíamos colocado allí. Los árboles se habían multiplicado. Se movían. En un pequeño rincón del mundo, el sueño del abuelo se hacía realidad y los árboles volvían a moverse.