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Joan no era más que una amiga. No estaba enamorado de ella. Uno no se enamora de una chica a la que ha visto sólo tres veces. Uno se siente atraído, sí; pero no se enamora. Un momento de reflexión le permitió diagnosticar correctamente sus sensaciones. Aquel extraño impulso de saltar al otro lado del compartimento y besar a Juana no era amor. Era simplemente el deseo natural de un joven de buen corazón de ser decentemente simpático con su especie.