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Necesitaba sentarme. Había oído a otras personas hablar de la necesidad de sentarse cuando les sorprendía un acontecimiento o una revelación, y había descartado la idea por considerarla una exageración. No me había dado cuenta de la debilidad física real. Sentía como si mis huesos se hubieran disuelto y mis músculos ya no pudieran soportar mi peso.