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Se desplomó al pie del sendero, en el límite del pueblo fantasma. Dekka se sentó sobre Edilio y presionó la herida. La fuerza de la sangre era más débil ahora. Casi podía retener la sangre, lo que no era bueno, porque significaba que estaba casi acabado, que su valiente corazón casi había dejado de latir. Dekka miró directamente a los ojos brillantes de un coyote. Podía sentir a los otros a su alrededor, acercándose. Recelosos, pero sintiendo que una nueva comida estaba cerca.