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Representar una cosa mala bajo su luz menos ofensiva es, sin duda, el camino más agradable que puede seguir un escritor de ficción; pero ¿es el más honesto o el más seguro? ¿Es mejor revelar al joven e irreflexivo viajero las insidias y trampas de la semejanza, o cubrirlas con ramas y flores? Oh, lector, si hubiera menos de esta delicada ocultación de los hechos, este susurrar "Paz, paz", cuando no hay paz, habría menos pecado y miseria para los jóvenes de ambos sexos que se ven obligados a extraer su amargo conocimiento de la experiencia.