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  • Me parece que aquí vemos la rara virtud de una fuerte vitalidad individual, y la rara virtud de gruesos muros, y la rara virtud de la amplitud interior. ¡Oh, hombre! ¡Admira y modélate como la ballena! Permanece tú también caliente entre el hielo. Vive tú también en este mundo sin ser de él. Refréscate en el ecuador; mantén tu sangre fluida en el Polo. Como la gran cúpula de San Pedro, y como la gran ballena, conserva, ¡oh hombre! en todas las estaciones una temperatura propia.

    Herman Melville (1892). “Moby Dick”, p.292