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  • Por supuesto, como todos los habitantes informales de la Universidad, las cucarachas eran un poco inusuales, pero había algo particularmente desagradable en el sonido de miles de millones de pies muy pequeños golpeando las piedras en perfecto compás. Rincewind pasó cautelosamente por encima de la columna en marcha. El Bibliotecario la saltó. El Equipaje, por supuesto, les siguió con un ruido parecido al de alguien bailando claqué sobre una bolsa de patatas fritas.