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Pero en privado, cuando las cosas se ponían muy mal, miraba a menudo en los libros para ver si encontraba alguna palabra que me ayudara, y un día leí: "El perdón de los pecados es perpetuo y no se requiere primero la justicia". Esto me impresionó tan profundamente que iba por ahí diciéndomelo a mí mismo. Pero luego olvidé de qué libro se trataba.