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  • Ser odiado. No hace falta ser malvado para ser odiado. De hecho, a menudo es odiado precisamente porque intenta hacer lo correcto según sus propias convicciones. Es demasiado fácil caer bien, basta con ser complaciente y no tener convicciones firmes. Entonces uno gravitará hacia el centro y se acomodará en la media. Ese no puede ser tu papel. Hay mucha gente mala en el mundo, y si no les ofendes, tú mismo debes de ser malo.