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Amory se aficionó a escribir poesía en las tardes de primavera, en los jardines de las grandes fincas cercanas a Princeton, mientras los cisnes hacían ambiente en los estanques artificiales y las nubes lentas navegaban armoniosamente por encima del sauce. Mayo llegó demasiado pronto y, de repente, incapaz de soportar los muros, deambuló por el campus a todas horas entre la luz de las estrellas y la lluvia.