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Por encima de las comodidades del Campo Base, la expedición se convirtió de hecho en una empresa casi calvinista. La proporción entre miseria y placer era un orden de magnitud mayor que en cualquier otra montaña en la que hubiera estado; pronto comprendí que escalar el Everest consistía sobre todo en soportar el dolor. Y al someternos semana tras semana al trabajo, el tedio y el sufrimiento, me di cuenta de que la mayoría de nosotros probablemente buscábamos, por encima de todo, algo parecido a un estado de gracia.