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  • Ah, bueno". Sonrió -otra de esas sonrisas devastadoramente embriagadoras que hacían cosas irracionales en la temperatura corporal y la respiración de ella. Con una inclinación de cabeza y un respetuoso "Señora", la dejó en medio de la habitación. Se sentía como si la hubiera atropellado un tanque.

    Cindy Gerard (2007). “To the Brink”, p.43, Macmillan