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Creo que nos comunicamos demasiado bien, en nuestro silencio, en lo que no se dice, y que lo que tiene lugar es una continua evasión, desesperados intentos de retaguardia para mantenernos a nosotros mismos. La comunicación es demasiado alarmante. Entrar en la vida de otro es demasiado aterrador. Revelar a los demás la pobreza que llevamos dentro es una posibilidad demasiado temible.