-
Para empezar, retrocedo en el tiempo. Lo retrocedo a ese pintoresco período, los años treinta, cuando la enorme clase media de Estados Unidos se matriculaba en una escuela para ciegos. Sus ojos les habían fallado, o ellos les habían fallado a ellos, y por eso les apretaban los dedos a la fuerza sobre el ardiente alfabeto Braille de una economía en disolución.