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La educación es el punto en el que decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir la responsabilidad de él y, por la misma razón, salvarlo de esa ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de lo nuevo y lo joven, sería inevitable. Y también en la educación es donde decidimos si amamos a nuestros hijos lo suficiente como para no expulsarlos de nuestro mundo y abandonarlos a su suerte, ni para arrebatarles la oportunidad de emprender algo nuevo, algo imprevisto por nosotros, sino para prepararlos de antemano para la tarea de renovar un mundo común.