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Luego, con mi letra más cuidada, vienen todos los detalles que sería un crimen olvidar. La dama lamiendo la mejilla de Prim. La risa de mi padre. El padre de Peeta con las galletas. El color de los ojos de Finnick. Lo que Cinna podía hacer con un trozo de seda. Boggs reprogramando el Holo. Rue de puntillas, con los brazos ligeramente extendidos, como un pájaro a punto de alzar el vuelo. Y así una y otra vez. Sellamos las páginas con agua salada y promesas de vivir bien para que su muerte cuente.