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El orgullo y la curiosidad son los dos flagelos de nuestras almas. La segunda nos incita a meter las narices en todo, y la primera nos prohíbe dejar nada sin resolver y sin decidir.
El orgullo y la curiosidad son los dos flagelos de nuestras almas. La segunda nos incita a meter las narices en todo, y la primera nos prohíbe dejar nada sin resolver y sin decidir.