-
Cogió la llave inglesa y le rompió la muñeca al tipo con ella, uno, y luego la otra muñeca, dos, y se volvió e hizo lo mismo con el tipo que había sujetado el martillo, tres, cuatro. Los dos hombres eran las armas de alguien, desplegadas conscientemente, y ningún soldado dejaba en el campo de batalla los artefactos abandonados por el enemigo en buen estado de funcionamiento. La mujer del médico observaba desde la puerta de la cabina, con todo tipo de terror en el rostro. "¿Qué?" le preguntó Reacher.