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Y el cuervo, que nunca revolotea, sigue sentado, sigue sentado en el pálido busto de Palas, justo encima de la puerta de mi habitación; y sus ojos tienen toda la apariencia de un demonio que está soñando, y la luz de la lámpara sobre él arroja su sombra en el suelo, y mi alma de esa sombra, que yace flotando en el suelo, se levantará... nunca más.