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Al ver un insecto muerto en el saco de basmati que había llegado desde Dehra Dun, casi lloró de pena y maravilla por su viaje, que era ternura por su propio viaje. En la India casi nadie podría permitirse este arroz, y había que viajar por todo el mundo para poder comer cosas así donde fueran lo bastante baratas como para poder engullirlas sin ser rico; y cuando llegabas a casa, al lugar donde crecían, ya no podías permitírtelo.