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Pero al mismo tiempo, había algo que necesitábamos desde el principio, y que sin duda necesitaremos de aquí en adelante en la Nueva Jerusalén: la capacidad de tomarnos en serio nuestra libertad y actuar en consecuencia, de vivir sin miedo a cometer errores, sino sabiendo que ningún error puede compararse con el amor que nos atrae a casa. Mi arrepentimiento, en consecuencia, no es tanto por mis fallos como por la actitud de dos bits hacia ellos por la que los hice más soberanos que la gracia. La gracia -el imperativo de oír la música, no sólo de escuchar los errores- convierte todas las debilidades en ocasiones de gloria.