Cuando su hocico se volvió más blanco que marrón, la ardilla olvidó que ella y la ardilla no habían tenido nada de qué hablar. Olvidó también la definición de "jazz" y pasó a considerarlo como todas las cosas bellas que no había sabido apreciar: el sabor de la lluvia tibia, el olor de un bebé, el estruendo de un río crecido que pasa a toda velocidad junto a su árbol hacia el infinito.