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Cuando perdíamos algo precioso, y habíamos buscado y buscado y seguíamos sin encontrarlo, entonces no teníamos que tener el corazón completamente roto. Y por eso, años y años después, el día en que Tommy y yo encontramos otra copia de aquella cinta mía perdida en un pueblo de la costa de Norfolk, no sólo nos pareció divertido, sino que ambos sentimos en el fondo un tirón, un viejo deseo de volver a creer en algo que una vez estuvo cerca de nuestros corazones.