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En la mayoría de los casos, los autores debemos repetirnos a nosotros mismos, esa es la verdad. Tenemos dos o tres experiencias grandes y conmovedoras en nuestras vidas - experiencias tan grandes y conmovedoras que no parece que en ese momento nadie más haya estado tan atrapado y tan golpeado y deslumbrado y asombrado y golpeado y roto y rescatado e iluminado y recompensado y humillado justo de esa manera nunca antes. Entonces aprendemos nuestro oficio, bien o menos bien, y contamos nuestras dos o tres historias -cada vez con un nuevo disfraz- tal vez diez veces, tal vez cien, siempre que la gente quiera escuchar.