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Unos ojos antiguos me miraban fijamente, llenos de una pena ancestral. Y algo más. Algo tan extraño e inesperado que casi se me saltan las lágrimas. Había visto muchas cosas en sus ojos durante el tiempo que le conocí: lujuria, diversión, simpatía, burla, cautela, furia. Pero nunca había visto esto. Esperanza. Jericho Barrons tenía esperanza, y yo era la razón de ella. Nunca olvidaría su sonrisa. Lo había iluminado de adentro hacia afuera.