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  • Vivir en un país extranjero es una de esas cosas que todo el mundo debería probar al menos una vez. Tenía entendido que completaba a una persona, limando las asperezas provincianas y transformándote en un ciudadano del mundo. Lo que me atraía de la vida en el extranjero era la inevitable sensación de desamparo que inspiraría. Igualmente emocionante sería el trabajo que supondría superar esa impotencia. Habría un objetivo, y me gusta tener objetivos.