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La pereza reconoce la relación del presente con el pasado, pero ignora su relación con el futuro; la impaciencia reconoce su relación con el futuro, pero ignora su relación con el pasado; ni el perezoso ni el impaciente, es decir, aceptan el instante presente en toda su realidad y, por tanto, no pueden amar al prójimo por completo.