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  • Las llamas serraban al viento y las brasas palidecían y se hacían más profundas y palidecían y se hacían más profundas como el latido de la sangre de algún ser vivo eviscerado en el suelo ante ellos y observaban el fuego que contiene en sí algo de los hombres mismos en cuanto que son menos sin él y están divididos de sus orígenes y son exiliados. Porque cada fuego es todos los fuegos, y el primer fuego y el último que será.

    Cormac McCarthy (2015). “Blood Meridian: Picador Classic”, p.185, Pan Macmillan