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  • El adversario te golpea en la mejilla, y tú le golpeas en el corazón con tu asombrosa audacia espiritual al poner la otra mejilla. Le arrebatas la ofensiva negándote a tomar sus armas, guardando las tuyas, y golpeándole en su conciencia desde un nivel superior. Él te golpea físicamente, y tú le golpeas espiritualmente.