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La vergüenza se parecía mucho a comer guindillas. Te quemaba en la garganta y no podías hacer nada para que desapareciera. Sólo tenías que soportarlo, sufrirlo, hasta que se aliviara.
La vergüenza se parecía mucho a comer guindillas. Te quemaba en la garganta y no podías hacer nada para que desapareciera. Sólo tenías que soportarlo, sufrirlo, hasta que se aliviara.